lunes, 15 de noviembre de 2010

Seis

Quizás sea demasiado concluyente con esto.
No era Dios el que estaba en esa mesa junto al ventanal, mirando el tráfico de automóviles.
Era un tipo flaco, esmirriado, con anteojos que revolvía mecánicamente un pocillo de café. Me senté enfrente de él y le pregunté desafiante...
¿Por qué dejaste que se pelearan tanto por Jerusalén...?
El tipo me miró con desgano simple, y me devolvió la pregunta...
Y por qué tendría que haber hecho algo, si después destruyeron las Torres Gemelas y les importó un carajo todo lo que vino con eso...
No lo entendía; no podía entenderlo...
¿Por qué, y vamos a ser claros con esto, dejas que muera tanta gente inocente...? Le dije...
¿Y quien dijo que son inocentes? Acaso vos me vas a decir que cada uno de los que muere es inocente... Hace mucho... Y el tipo flaco puso cara de haber retrocedido demasiado... Eran inocentes los infantes, los niños o como carajo se los llame ahora; en ese entonces, era una pena enorme que muriese un inocente, pero... Ahora es diferente...
Que cambió para que eso suceda... quise saber...
Con la modernidad, la forma de nacer cambió; hasta la forma de concebir diría... Antes era otra cosa, había amor... Ahora, es todo mecánico, casi con perdón de la comparación, cual si fuese la construcción de un soneto; la forma poética persiste pero hay reglas que se siguen y el acabado sónico pierde fluidez verbal... Se había encolerizado... Me estoy yendo hacía otros lares, un poco más pornográficos... Eso, ahí esta, es pornográfico...
Me impacienté...
¿Que tiene que ver la pornografía con la perdida de la inocencia...?
Dios, o ese tipo que tenía enfrente, me miró con paciencia y dijo...
No sé si vas a entenderlo; en realidad, me importa tres carajos que lo entiendas, pero el valor de la perdida reside en eso. Uno no puede perder algo importante a cambio de otra cosa con tan poco valor. La inocencia se pierde al querer verlo todo, saberlo absolutamente todo... Y esa es la pornografía, verlo todo...
Creo que esto se solucionaría si no dejas ver donde conduce la muerte... dije.
Dios revolvió el pocillo con café frío, y dijo melancólico...
Los deje ver... Esa fue una equivocación que sucedió en un principio; luego, se entusiasmaron tanto que aman, adoran, dar muerte, de la mejor forma posible, con una precisión que en un primer momento me dejó pasmado, pero ahora comprendo un poco más... Parece que se olvidaron donde conduce la muerte, pero les dura el entusiasmo, se perfeccionan a cada momento... No los culpo, yo haría lo mismo...
¿Querés otro café? Dije... Ese esta frío... Agregué.
El tipo flaco me miró, acomodó sus anteojos y me dijo, con aire intrigante...
¿Querés saber que pasó con María Magdalena...?
Entusiasmado, le hice una seña al mozo... Esto se ponía otra vez interesante...


No hay comentarios: