viernes, 15 de julio de 2011

Borges comunista

“Pan de nadie, en esa vereda sorda que transpira,
al no lograr llegar a ninguna parte...”


He leído por ahí, entre los carteles que abonan la idea de que todo el mundo que me rodea es analfabeto, que cuando el barco encalló en la isla del Diablo, ya Dreifus estaba obsesionado con Francia.
¿Que quieren decirme con aquello de Francia? ¿Quien necesita el nombre de un país que nunca visitará; y ni siquiera en sueños, soñara cogerse a una francesa? ¿Quienes son los molestos idiotas que transpiran sus camisas de “media gamba” manteniendo en manuscritos la semblanza soñadora de los últimos indios Onas, allá en la lejana Tierra del Fuego?
¿Quien escribe para quien? ¿Para los pocos que saben leer?
Mi país repartió bicicletas para que sus millones de trabajadores no fueran caminando a sus labores en sencillas fábricas, fabricando bellas tacitas de porcelana para tomar el té.
Mi país, que no es Francia, repartió sandalias para que sus millones de trabajadores, vendó los pies desnudos de sus millones de habitantes que caminaban hartos kilómetros para sentarse ante sus rudimentarias maquinas de fabricar rigurosidad. Y en medio de tanta fealdad, la palabra belleza que nadie entiende porque nadie ha quedado a centímetros de la tinta parea transcurrir en el trazo ríspido de la palabra, de entre sus letras, del amor presuntuoso del que escribe con su tinta enrojecida que apenas es sangre aguachenta, sangre enceguecida por la oscuridad de la luz.
Pero, veamos... Estaba encima del barco que encalló en las costas de Dreifus, mientras Francia, laxa entre las piernas de un amante de ocasión, encendía un cigarrillo...

Muertes Modernas

DENNIS WILSON
Vocalista y baterista de BEACH BOYS # Diciembre 1983



El mar es mi próximo hogar. Lo presiento. Cuando cada ola te transporta y notas que su piel te vibra debajo de los pies, sentís lo que sintió Jesús cuando camino sobre las aguas. Esa sensación infinita de no quebrar las reglas inmortales, ese menosprecio por el cielo y por el infierno. Más allá, cuando el sol se ahoga en el límite y las arenas se aquietan, salgo a caminar por la playa. Busco caracoles, me río del salobre gusto en la boca de un beso dado al descuido, y me maravillo por tu sonrisa mientras bailas ligera, en un amague de ternura. Pero estoy solo. Tan solo como un pez muerto, frío, con los ojos saltones de mirada fija; y ya no están los muchachos de la playa haciendo fogatas entre las dunas, ni sus guitarras con canciones que hablaban del amor a los gritos bajo el caliente sol californiano. Soy afortunado. En algún recodo de mi memoria todavía conservo las palabras justas, el sonido claro, y la forma del agua alrededor de mi cuerpo…

sábado, 9 de julio de 2011

Ultimo día en la tierra

El Tano manejaba la cámara, pero temblaba. Las explosiones fueron de menor a mayor. Transmitían todo por una única radio que había sobrevivido. Ahora, los militares tenían preparada la mayor de las sorpresas; la gran bomba, una Via Láctea que fragmentaria todo a su alrededor. Un gran mundo haciendo crack y nadie para contarlo después.
El Tano comenzó a temblar de nuevo, sentí el ruido de su temblequeo y ambos miramos ávidos hacia el horizonte. Unos árabes se arrastraron hacia nuestro pozo. Traian otra radio nueva y mas potente. Uno de ellos me encaro y me dijo que hiciera algo para parar la locura, que ustedes los occidentales iban a hacer daños irreparables. Le dije que lo sentía pero que ya no había nada que hacer. Miramos todos hacia la Meca y comenzamos a orar. Hasta el Tano temblando oro. Luego, pusimos la radio a todo volumen transmitiendo una cuenta regresiva en ingles. Cuando llego a cero, todo se ilumino. Y el Tano dejo de temblar.