miércoles, 22 de junio de 2011

La triada de la Madre Teresa de Calcuta

Construir la muerte a partir de la muerte... Nadie sabe a ciencia cierta como funciona la muerte; si esto que solemos ver a nuestro alrededor se denomina vida, si los que deambulamos entre pares, integrándonos, desintegrándonos, con todas las estrategias posibles en el odio, y el amor se llama vida, así a secas, en un planeta aguado y polvoriento, en una clara vigencia entre la enemistad profunda y la violencia en sincronía con los demás cuerpos... En fin... Me temo que la Fundación de la Madre Teresa de Calcuta va a seguir institucionalizando la pobreza mas intrincada, la dejadez extrema y soliviantada. No hay más que ver... Pasen y vean... Ahí están los huesos casi a la intemperie de, pongámosle, Jordán... No es un nombre Indio; en realidad, no es nativo de estos lares. El es uno de los tantos que se robustecieron en la populosa Calcuta viviendo de quien sabe que y por cuanto tiempo. Pero, allí están sus huesos roídos hasta la endebles grisácea de una piel tirante que apenas lo recubre. Se le da un cuenco de arroz hervido del tamaño prolijo de una mano de niña menuda tres veces por día. Se lo higieniza con trapos húmedos, y sus ojos abiertos la mayoría del tiempo, miran el cielorraso cruzado de troncos y chapas irreductibles.
Jordán, el moribundo, ya esta muerto, solo que nadie todavía le dio el ultimo empujón. Y las huestes de la Madre Teresa lo mantienen vegetalizado, ni más ni menos... Alguien dijo alguna vez: Habría que hacer algo... El dinero del mundo entero entra en la fundación. Pero, solo se le da a Jordán un cuenco de arroz blanco que alcanza solo para que su cuerpo no tenga miseria fisiológica. Y las cámaras de la televisión Alemana (justamente ellos, que pregonaban la limpieza de la raza humana) enfocan los penosos ronquidos de Jordán en su litera vegetal, mientras una periodista, en su idioma, alaba la lucha de la Madre Teresa de Calcuta por erradicar la pobreza. Entérense... Hay que persistir en la hambruna más caótica para que los países ricos prolonguen, en el tiempo, sus dadivas. Solo es ayudar a que un muerto no muera de muerte cruel, aunque técnicamente, ya este muerto.