martes, 16 de noviembre de 2010

Dar a Luz

El maestro carpintero llevaba a cabo su obra con la maestría habitual. Los tablones de madera se alineaban crudos contra las paredes desnudas de ladrillos cocidos, desiguales y argamasa gris.
La altura de las paredes eran vertiginosas; el obrero maderero hervía alrededor de las vetas vírgenes, y el aserrín que se juntaba a sus pies como miel de cenizas y los golpes acaso latidos de clavos que se hundían para asegurar unos sobre otros, unos encima de otros; cuando ingresaron los soldados Romanos. Querían tres cruces para tres condenados. Un trabajo para el día siguiente. Una bolsa con monedas del Imperio pagarían el esfuerzo. Al otro día regresarían por el encargo.
Con prisa, no había tiempo que perder.
El maestro carpintero no dijo absolutamente nada, solo un movimiento de cabeza hacia abajo y hacia arriba.
Cuando los soldados se fueron, observó con tristeza infinita, unas maderas recién lustradas, que soportarían con heroísmo el peso muerto del condenado; y luego, su intemperie, hasta que un alma piadosa le diese sepultura, y las maderas fuesen luego breve pasto de las llamas en algún hogar pobre y tibio.
El viejo comenzó con parsimonia, tomó una de las tablas, le untó un aceite poderosamente huidizo y leve y dejó secar la madera.
Las vetas se llenaron de dulzura, el vigor volvió a recorrer los intersticios casi invisibles del cuerpo arbóreo. Eligió seis, fuertes y flexibles, como para soportar el peso, el viento, tanta intemperie, tanta violencia, tanta paz. Esa noche, luego de un oscurecimiento luminoso, tuvo todo listo. Tres cruces para tres condenados.
El maestro carpintero había oído hablar de ellos; pero eran chismes que corrían, como los breves besos de las cortesanas, sin asidero.
El viejo se acomodo a la mesa, uno de los perros se echó a sus pies, la mujer le trajo un cuenco con potaje, le agradeció a Dios brevemente y comió. En algún lugar de la carpintería, entre los restos de madera inservible, Dios recibió el agradecimiento del buen maestro carpintero y siguió con un trabajo especial en esa noche, dar savia viva a tres cruces para tres condenados.


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