martes, 16 de noviembre de 2010

El señor Heleno

El señor Heleno lucia una calva impactante, magnifica.
Me tendió su diestra y yo estreché con confianza esos cinco dedos enjoyados.
Le pregunté el honor de su presencia.
Me dijo que quería comprar a mis cinco hijas, a todas, y llevarlas rumbo a la felicidad.
Esto último me cayó de buen gusto.
Sabia por correveidiles que el señor Heleno era el asesino de mayor fortuna en la comarca y sus alrededores; pero la ética, el honor y esas pequeñeces no estaban de moda por estas épocas.
Le manifesté mi deseo de saber por cuanto compraría a mis retoños.
Me dijo que la cifra era importante, y la nombró…
Vaya si lo era.
Le dije que mi pensamiento era lo correcto y que entonces mi respuesta era afirmativa.
La mayor de mis hijas contaba en ese entonces con trece años y la menor con dos.
Su madre había muerto de lentitud [enfermedad muy arraigada por esos lares], y yo, al estar solo, no las podía mantener correctamente.
El señor Heleno se las llevó una mañana preciosa y frágil.
El llanto de las dos más pequeñas y la tristeza de las demás hirieron mi corazón al que cure contando los billetes y las joyas que aquel tunante me había dado por mis flores.
Varios años después recibí noticias de mis hijas y del señor Heleno. Todas ellas habían desaparecido trágicamente en una emboscada que el ejercito le tendió al asesino; este logro escapar ileso.
La trágica noticia hundió mi corazón en amargura, atenuada en parte por la buena nueva sobre el señor Heleno.
Llevé luto por mis pimpollos durante un mes, al cabo del cual seguí procreando en mi jardín del edén.
Hoy tengo otras hermosas cinco niñas las que nombré igual que a mis
otras cinco malogradas hijas.
Un correveidile me dijo que para la próxima primavera vendrá el señor Heleno con intenciones de comprar.
Espero pacientemente que ese día llegue pronto…

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