lunes, 12 de diciembre de 2011

Entre ríos

Ella lleva las marcas en la cara.
Aún le dura el ruido del miedo en los ojos.
No me mira, mira a mis costados y me pide una moneda.
Ojala pudiera, pienso; sólo me sale mover la cabeza y un no empastado en lengua y saliva seca.
Ella se va río arriba, con la canoa personal que quien sabe a quien ha robado.
Sigo remando con elástica confianza.
Ya hace tiempo que mi bote resiste; sigo remando.
El agua ahora es el mundo.
El mundo es ahora agua y cielo, con esas tormentas de lluvia que ríe el cielo sobre los hombres.
Cada tanto veo una canoa personal; son muchos los que han desembarcado y se unieron a las colonias religiosas.
Yo no lo pienso hacer, por ahora; creo que no soy capaz de hacerlo…
Paso remando frente a la cúpula de una iglesia.
El agua deja ver solo la cruz saliendo del oleaje.
Soy devoto de San Pires, un beato que pronosticó hace mucho tiempo la magnificencia del agua sobre el mundo.
Me dijeron que hay muchos que lo veneran y hasta tienen un sitio en donde lo adoran, en tierra firme.
Ahora, hay saqueadores de tierra; la truecan por alimentos o peces, con un puñado de ella es mucho lo que se consigue.
Sigo remando.
Descubro un bulto entre las ramas.
Lo golpeo con el remo y lo doy vuelta.
La reconozco por las marcas en la cara y el miedo en los ojos.
Le marco una cruz con aerosol de pintura roja y la dejo irse, flotando.
Por los agujeros del arpón deduzco que los que la buscaban la encontraron.
Me cierro más la campera, y remo.
La lluvia me busca para reírse.
Reconozco no saber de que diversión hablan.
Ha comenzado a llover.

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