martes, 6 de diciembre de 2011

Azul

Albertino se acercó al fuego.
El viejo Borges no lo vió venir; con voz gastada, el joven le advirtió que el bebé estaba todavía crudo.
El viejo Borges graznó y dió media vuelta a la manija.
Entonces, la criatura se empezó a tostar del lado claro.
Desde abajo del ombú, venían los ruidos a jarras y el vocerío del resto de la banda.
Albertino miró de reojo las arrugas del viejo; vió un surco profundo cruzándole la mirada. En los bordes de ese infierno, se encontró a sí mismo marchitándose al lado de fuegos que cocinaban criaturas robadas a pobres paraísos.
Indolente, Albertino le pegó un machetazo al viejo Borges cortándole limpiamente la cabeza.
Solo el fuego fue testigo, con su criatura y la reverberancia de la sangre.
Después de cortar prolijo el cuerpo del viejo, Albertino volvió al ombú con la noticia de la comida lista y que ahora, por fin, habría postre.

No hay comentarios: